martes, 11 de diciembre de 2012

Ha fallecido Jesús de Cos Borbolla

Esta mañana me han dicho que ha fallecido Jesús de Cos Borbolla.

Una pésima noticia. Le ha fallado el corazón. Ese corazón grande y rojo que no le entraba en el pecho.

Tuve la enorme suerte de conocerle hace unos pocos días, en el homenaje que le rindieron a su hermano Manuel en su tierra del Valle del Nansa en Cantabria.

Allí estaba, con su pareja. Su camisa roja, su camiseta roja y en la solapa de su chaqueta de piel vuelta la insignia de las Brigadas Internacionales a modo de homenaje a aquellos que vinieron de lejos para defender la lealtad de la República frente al golpe de Estado fascista, como si supieran que no podían perder esa guerra, que era algo más que una guerra civil, que se estaba dirimiendo el futuro de la vieja Europa.

Tuve la suerte de comer enfrente de él y tirarle de la lengua, freirle a preguntas y dejar que contara, que contara mucho.

Nos comentó como al ser llamado a filas del ejército emprendió viaje a su destino en El Ferrol. Como le llamaron, según llegó al cuartel, para leerle todos los cargos que tenía el régimen fascista contra él. Como le pegaron una soberana paliza, como le llevaron al calabozo y luego al hospital para curarle las heridas de esa paliza. Como huyó en cuanto pudo.

Su entrada en la guerrilla antifranquista del norte. Sus apodos El Bello, con el que firmó la carta que comunicaba su huida de El Ferrol, -El Bello deja los puertos-, y el más conocido Comandante Pablo.

Su exilio en Francia, tras dos años en el monte. Aprender un oficio, a ganarse la vida. Sus cientos de comunicados a Radio Pirenaica, a la Dirección del Partido Comunista en París, el abandono del Partido a los guerrilleros antifranquistas, ...

El brindis en el homenaje, Salud y República. Levantó su copa de vino y dijo Salud y Revolución y me miró y se sonrío pícaramente por su travesura, la del niño que siempre está agazapado en nuestro interior, con la complicidad que da el compartir ideales.

En el homenaje, después de comer, en la sobremesa se levantó y dijo: Si mi hermano, -Manuel-, se merece un homenaje es porque arriesgó su vida por salvar la de otros, entre ellas la mía. Ayudó a pasar a Francia a treinta y ocho personas aún a riesgo de perder su vida. Eso nunca puedo olvidarlo y nunca podré devolvérselo.

Yo creo, Jesús, que sí se lo has devuelto. Tener un hermano como tú es un orgullo.

Para mí, para nosotros, nunca te has ido. Tu vida, tu entrega, tu compromiso, tus valores, tu lucha son ejemplo, son guías, son ánimos para continuar la lucha.


¡¡¡Hasta la victoria siempre, Comandante Pablo!!!

1 comentario:

Grândola dijo...

Todavía recuerdo cuando, emocionado, nos mostraba la cicatriz de su pantorrilla y se tocaba para decirnos que allí tenía una bala incrustrada, motivo por el cual tuvo que abandonar la guerrilla. Cuando nos contaba como su compañero de monte le llevó a hombros durante tres días herido por esos montes escarpados de la montaña cántabra. Eso es camaradería. Otro lo hubiese dejado tirado.

Es gente con unos ideales, una honestidad y una lealtad como ya no se fabrica, compañero. Esos son los valores que tenemos que recuperar y fomentar. Ese es el ejemplo de compromiso que todas las personas implicadas en cambiar este mundo debieramos seguir.

Se nos va la memoria viva, la que nos ha narrado los estragos del fascimo. Memoria que no debemos dejar morir porque con ella perdemos la última dignidad que nos queda.

Ayer te emocionabas cuando hablabas de él en público. Que su ejemplo sirva de guía para continuar en la lucha cuando los ánimos decaigan, compañero.