lunes, 30 de noviembre de 2009

Frases



Italo Calvino:

"El infierno de los vivos no es algo por venir; ya existe aquí, es el que habitamos todos los días, el que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptarlo y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno y hacer que dure, concederle espacio".

(La universal persecución del interés propio, -la unánime ignorancia del interés común-, constituye el infierno en la tierra).

Frases



Vicenç Navarro:

"Una cosa es la libertad de expresión (que todo el mundo pueda decir lo que quiera) y otra es la democracia en el sentido de que lo que se diga debe tener acceso a los otros".

viernes, 20 de noviembre de 2009

The Clash. A 30 años de "London Calling"






Diego A. Manrique.


El calendario es implacable. Te frotas los ojos, repites las cuentas y, sí, es verdad, han pasado 30 años de London calling. Resulta que el doble elepé de los Clash se publicó el 22 de diciembre de 1979, pero tardó unas semanas en tener edición estadounidense: eso explica que la revista Rolling Stone lo pudiera proclamar “el gran disco de los ochenta”. Paladeen la paradoja: London calling encarna exactamente lo opuesto de las tendencias dominantes en esa década, que hoy recordamos como un atracón de sintetizadores, ritmos programados, hombreras, pelos esculpidos, materialismo desatado.

Nadie que viviera London calling lo ha olvidado. Sus semillas están bien plantadas entre nosotros: Siniestro Total parodió la impactante portada de Ray Lowry, sus canciones han bautizado locales (Jimmy Jazz) o agencias de management (Spanish Bombs). Artistas tan alejados como Amaral confiesan conocer al dedillo sus cuatro caras. Sus temas han sido versionados por Fermín Muguruza, Amparanoia y mil grupos punkis locales.

LONDRES COMO NUEVO MOSCÚ.

Sin embargo, London calling representa la superación del punk rock en su versión más elemental, un feliz ejemplo de maduración de unos creadores. Habían militado en el ejército del imperdible como los insubordinados de otras generaciones lo hicieron en el Partido Comunista. Lo reconoce Joe Strummer: “Cuando me uní a The Clash fue como volver a la casilla de inicio, al año cero. Parte del punk consistía en desprenderte de todo lo que conocías antes. Éramos casi estalinistas: insistíamos en que había que deshacerse de las viejas amistades y de nuestra manera de tocar, en un intento febril por crear algo nuevo”.

Los Clash encarnaban la rama politizada del punk rock, frente al nihilismo existencial y el gusto por la provocación —“nos gustan las esvásticas”— de Pistols o Banshees. Reciclaban imágenes y conceptos de la extrema izquierda; respondían a lo que se recuerda como el “Invierno del Descontento”, periodo de huelgas y disturbios que culminó, ay, con la elección de mistress Thatcher, disciplina severa. Naturalmente, iban de antinorteamericanos, si hemos de creer aquello de I’m so bored with the USA.

AMÉRICA LA MARAVILLOSA.

Dicen que los prejuicios se quitan viajando. Al igual que ocurriría con U2, les revolvió los esquemas el contacto con los verdaderos Estados Unidos, esa América que yace olvidada entre los polos mediáticos de Manhattan y Hollywood. Descubrieron que subsistían muchas corrientes musicales, ignoradas por la gran industria del entretenimiento. Y que los nativos, a diferencia de los que encontraron en su visita a Jamaica, podían ser afables. Lo juraba Joe, que cruzó el país en una camioneta Ford, a lo Jack Kerouac.

El año cero de Strummer se traducía por reclamar como propia la herencia del rock de guitarras, tal como lo destilaban en el downtown neoyorquino. Sólo había una música ajena a esa línea que pasaba la aduana estética de los punkis londinenses: el gomoso reggae. Inicialmente, la conexión era comercial: algunos jamaicanos vendían “hierba”; se desarrolló cierta empatía entre ambos sectores de marginados.

IRRUMPE EL GURÚ.

Los Clash habían probado con el reggae, incluso encerrándose con Lee Perry, el Productor Chiflado. Pero ahora pretendían abrir el abanico musical y necesitaban un guía erudito. Apareció un freak que superaba todo lo previsible. Guy Stevens, que había ejercido de DJ en la primera era mod y poseía un conocimiento apasionado de los sonidos estadounidenses. Empleado de Chris Blackwell en el sello Island, editó muchas maravillas y desembocó en la producción: bautizó a Mott The Hoople; trabajó igualmente con Procol Harum, Spooky Tooth y Free. Tenía más cicatrices que todos los Clash juntos: era alcohólico y había visitado las cárceles de su majestad por un asuntillo de drogas.

Guy creía en la teoría de la tensión: provocar a los músicos, agredirlos incluso, para que salieran de su zona de confort y se superaran. Algunas ediciones de London calling incluyen un making of firmado por el colega Don Letts, con imágenes en blanco y negro de Stevens atacando al mobiliario e intimidando a Strummer. Guy, bendito sea, sirvió como catalizador de la grandeza potencial de The Clash. Basta con comparar los temas de London calling, tal como los conocemos, con sus versiones primigenias, recién ensambladas las músicas de Mick Jones con los textos de Strummer. Son las llamadas Vanilla tapes, grabadas en su local de ensayo en Pimlico, situado sobre un taller de reparación de automóviles.

SOBRE RUEDAS.

Abusemos de las metáforas: London calling rueda majestuoso, igual que un coche recién salido de un chequeo minucioso. No es el movimiento espasmódico de anteriores elepés de The Clash: como si cambiara de marchas automáticamente, pasa con naturalidad del punk al rockabilly, al jazz, al reggae, al ska, al rhythm and blues y, sí, también al pop (en un sarcasmo mortal, Spanish bombs es un éxito en karaokes frecuentados por turistas británicos bien lubricados). El panel de mandos responde al toque: entran teclas y metales justo cuando se necesitan, nada de purismos de fanzine. Funcionan los reflejos: Wrong ‘em boyo comienza en Nueva Orleans antes de girar hacia Kingston.

Su registro temático deslumbra igualmente. Todavía llevan el impulso de los Clash insurgentes, la identificación con forajidos y rebeldes; pero Strummer y Mick Jones también reflexionan sobre las poses, las opciones vitales, el peso de la historia, el poder redentor del rock. Además, se sitúan como eslabones de la tradición: Brand new Cadillac pudo ser, ellos lo recuerdan, “el primer rock and roll británico”, pero es obra de Vince Taylor —inspiración para Ziggy Stardust, el personaje de Bowie— y retrata ese deseo primordial de huir, de inventarse una existencia más auténtica.

IDEALES Y COMPROMISOS.

Los fans repetían aquello de “The Clash, la única banda que importa”. Sus hazañas musicales se retroalimentaban con unas exigencias ideológicas que les empujaron a decisiones económicamente suicidas. El doble London calling se vendió como elepé sencillo; Sandinista! era un triple que costaba menos que un doble. CBS bufaba, pero tragaba, tras recortar las royalties de aquellos puretas: digamos que los Clash nunca se vieron obligados a plantearse el dilema de convertirse en exiliados fiscales. Faltaban muchos años para que llegaran los millones de libras con los éxitos internacionales, los anuncios con su música, las versiones de Annie Lennox, los recopilatorios para compradores tibios.

Hoy, el carisma de London calling se revela como una potente confluencia de vectores: un alborotado movimiento social, unos músicos en expansión, unas canciones urgentes, un productor visionario. Los propios Clash no pudieron repetirlo. Al año siguiente, alentados por el emergente rap neoyorquino, encendidos por una nueva comprensión de la realidad geopolítica, buscaron profundizar en sus hallazgos con Sandinista!

DEMASIADAS PUÑALADAS.

Sin embargo, ya no estaba Guy Stevens, caído en 1981 tras una sobredosis de medicamentos. El papel de timonel había pasado a Mick Jones, entonces desconocedor del concepto de control de calidad: Sandinista! tiene un porcentaje de aciertos superior a la media, pero se degrada por la magnitud de sus errores. ¿Podemos sorprendernos? En el espacio de un año habían editado el equivalente a cinco elepés.

Todo grupo efectivo obedece a un delicado equilibrio de fuerzas y talentos. El baterista, Topper Headon, patinaba por la pendiente de la heroína y fue expulsado, aun después de esbozar lo que sería el mayor éxito de The Clash en vida: Rock the casbah. La bomba de relojería estaba en el núcleo duro: tras adquirir modos y pintas de rock star, Jones decidió convertirse en el señor del sonido. La continuación de Sandinista! se llamaba Rat patrol from Fort Bragg y tenía dimensiones de disco doble: Mick se deleitaba en la experimentación.

Le cortaron las alas: el productor Glyn Johns adelgazó el proyecto hasta convertirlo en el contundente Combat rock. The Clash se transformó en un ring donde chocaban los egos (el de Bernie Rhodes, manager, también era descomunal). En 1983, Strummer y Rhodes lograban dar la patada a Jones. Se arrepentirían demasiado tarde: el grupo se extinguió ignominiosamente dos años después.

(http://www.elpais.com/articulo/portada/anos/furia/elppor/20091120elptenpor_3/Tes)

domingo, 15 de noviembre de 2009

“El tren es una tecnología a la medida del hombre, en contraposición al automóvil, pensado para lo individual”



El aguileño Pedro Costa Morata, Premio Nacional de Medio Ambiente, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid y ecologista histórico que destacó, en los primeros años de la década de los 70, por su impulso al movimiento ecologista murciano con su oposición a la instalación de una central nuclear en el paraje aguileño de Cabo Cope, inauguró, con una conferencia, las X Jornadas Estatales en defensa del ferrocarril público, que se celebraron el pasado fin de semana, del 6 al 8 de este mes, en Lorca, en el bello marco de la “Casa Huerto Ruano” de esa población.

Las jornadas fueron presentadas por José Luís Ordóñez, con una mesa inicial de salutación compuesta por Francisco Montiel, que representaba al Ayuntamiento de Lorca, Ginés Jaén, presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Murcia (FAVERMUR), entidad organizadora de las jornadas, y Manuel Andújar, presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Lorca.

Conferencia de Pedro Costa Morata

Juan Antonio Conesa, responsable de Medio Ambiente de FAVERMUR, fue el encargado de hacer una breve reseña del currículum de Pedro Costa Morata, quien inició su disertación, ante un auditorio repleto, con más de noventa personas asistentes, afirmando que se siente ferroviario de corazón, al ser nieto, hijo y sobrino de ferroviarios y porque, huérfano de padre, fue la empresa RENFE la que le financió sus estudios hasta los 18 años. Por eso, y por su origen aguileño, afirmó que le produjo una tremenda preocupación el hecho de que Enrique Barón estuviera a punto de cortar el ramal ferroviario que conecta Lorca con Águilas, una vez consolidado el cierre de la línea Almendricos-Baza, que conectaba la Región de Murcia con Andalucía.

Pedro Costa Morata se mostró totalmente partidario del tren como medio de transporte, pues, dijo, “el tren es una tecnología a la medida del hombre; por los carriles va algo que es colectivo, en contraposición al automóvil, pensado para el uso particular”. Y aunque el tren es un gran logro social, Costa Morata se mostró partidario de limitar las repercusiones sociales de esta tecnología, aunque “actualmente está muy claro que las grandes masas de población han de moverse con un sistema ferroviario”. Tras afirmar que, también para distancias cortas, las cercanías son la solución, Costa evidenció que, a lo largo de todo el siglo XX, se ha producido una “dicotomía” tren-automóvil, sector éste que, últimamente, está sometido a tensiones y problemas a afectan a muchas factorías en que se produce y a muchos ciudadanos.

Y en relación con la supuesta voluntad del actual Gobierno de apostar por la sostenibilidad, Pedro Costa dudó de ello pues, dijo, “no creo que el Gobierno piense en serio que propicia una economía sostenible subvencionando el automóvil y apostando por la energía del carbón”. Por el contrario, Costa cree que, así como en los ´80 del pasado siglo se produjo un proceso de reconversión industrial, ahora le ha llegado el momento al automóvil. “Este sector hay que reestructurarlo; los automóviles deberían durar 30 años, no diez como los actuales”, lo que supone también reestructurar el empleo en este sector y las plantillas que “han de reducirse pero trabajando también menos”.

Tras esta alusión al automóvil, que se constituye en el claro competidor del ferrocarril, Pedro Costa pasó a esbozar algunos detalles sobre las características de la alta velocidad ferroviaria como medio de transporte. Así, dijo que “circular a más de 140 km/hora carece de sentido”, pero reconoció que, en estos momentos, estamos afectados del “virus” del tren de alta velocidad (AVE). Y en relación con este medio, dudó de que, en estos momentos, exista demanda social real para realizar el trayecto de Barcelona a Sevilla en cuatro horas. Por ello, afirmó, “la potenciación del AVE, más que a una demanda real, responde a un deseo de exhibición tecnológica” por parte de sus mentores. “Este tren, con curvas de 3 y 4 kilómetros de radio y con la necesidad de mínimas pendientes, ya no compite ecológicamente con otros medios”, apostilló, aportando unos datos técnicos con los que demostró que el consumo de este tren se acerca al del avión.

El AVE, pues, “producto de una tecnología que practica el culto a la velocidad” es un elemento más de nuestro sistema productivista, supone una regresión, pues, al tener pocas paradas, los habitantes de las poblaciones intermedias por las que pasa han de recurrir a otros medios de transporte, sobre todo el automóvil. “Este super-tren no es un tren porque se ha vuelto contra sus obligaciones sociales”, afirmó Pedro.

Tras citar a algunos autores que cuestionan la alta velocidad ferroviaria, entre ellos a Serge Latouche, que, en su teoría del decrecimiento, también critica el culto a aquélla, Pedro Costa Morata terminó su conferencia con una cita del Premio Noble de Literatura, Saramago: “ No hay que tener prisa, lo cual no significa que haya que perder el tiempo”.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Cuestiones socialistas





Saint-Simon: "No hay cambios en el orden social sin un cambio en la propiedad".

Proudhon: "Las revoluciones son las sucesivas manifestaciones de la justicia en la humanidad".

Marx. "Las contradicciones son transferidas a una contradicción global. la del hombre privado y la del ciudadano".

Marx. "El hombre se separa de su producto, no simplemente porque lo ceda, si no porque el producto, incluso antes de ser cambiado, ha sido sustituido por su valor ante el productor. Para que este valor no sea un puro fantasma, sin relación con el acto productivo del hombre, debería representar realmente el acto de trabajo. Ahora bien, este valor, en un mercado de intercambio, llega a ser independiente. Cuando el hombre es despojado de sus medios de producción por un apropiador, éste no sólo se reserva el producto del trabajador, si no también su valor. El trabajador frustrado no tiene más que ofrecer que su fuerza de trabajo. En tal caso, tanto lo que produce como los instrumentos con los que produce, y la misma naturaleza sobre la que opera, están separados de él. Y la sociedad, que consume sus productos, se le vuelve también extraña, ya que el trabajo deja de ser una mediación entre los hombres para convertirse en una fuente de división".

Marx. La alienación tiene su raíz en la vida económica. Cuando el trabajador vende en el mercado su fuerza de trabajo el producto deja de pertenecerle y toma una existencia independiente de él.

El anticomunismo de nuestros días es un homenaje tributado al poder del comunismo.

La movilidad social (su promesa) es el mejor antídoto contra las revoluciones.

"Revolution Road". Richard Yates



Frank y April Wheeler no se consideran como los demás. Se han comprado una casa "diferente" para gente "especial", tal y como se la vende la agente inmobiliaria, en un suburbio de Nueva York.

Sus sueños, ideales y deseos no van acompasados con la vida que viven. El "sueño americano" de la década de los 50 se convertirá para los Wheeler en la "pesadilla americana" del "New Deal" de Roosvelt.

"Ya nadie piensa, siente ni se preocupa; nadie se entusiasma ni cree en otra cosa que en su puñetera y confortable mediocridad".

"Cultura narcotizada y moribunda".

"¿A qué grado de decadencia puede llegar la sociedad?".

(Estados Unidos) "Capital psiiquiátrica y psicoanálitica del mundo".

"Es como si hubiera un tácito acuerdo colectivo de vivir en un estado de autoengaño absoluto".

(El padre de Frank Wheeler) "La cara de su padre, la viva imagen del agotamiento físico y la derrota moral".

"La ridíicula discrepancia entre sus propios ideales y los de Knox Business Machines, o la enorme brecha que se abría entre la cantidad de energía que se suponía debía de aportar a la empresa y la cantidad que realmente aportaba. "La gran ventaja de un sitio como Knox es que puedes desconectar cada mañana a las nueve y seguir así todo el día: nadie nota la diferencia".

"Tenia el empleo más aburrido que pudiera imaginarse".

(La) "Empresa (...) era su seco y luminoso calvario personal diario, su dosis de tedio".

"¿La esencia del extrarradio era mantener a raya la realidad?".

"Suposición de que la gente debe renunciar a la vida de verdad y "establecerse" cuando tiene familia. Es la gran mentira sentimental de la vida en el extrarradio".

"Lo que se está negando una y otra vez con el tipo de vida que llevamos es tu esencia misma, tu identidad".

"Constante e insistente vulgarización de cualquier idea, de cualquier sentimiento (...). Sentimentalismo optimista, vanamente risueño, facilón, en la visión que la gente tiene de la vida".

"Tanta tontería acerca de la "adaptación", la "seguridad" y la "cohesión".

"¿Acaso son fáciles las cosas que merecen la pena?".

"¿Te preocupa si un trabajo es "interesante" o no?".

"Si quieres tener una casa has de tener un empleo. Si quieres tener una casa muy bonita, muy linda, entonces necesitas un trabajo que no te guste. (...) Así es como funciona el noventa y nueve por ciento de la gente".

"Supongo que cuando ves lo irremediable que es la vaciedad ya no te queda más salida que largarte".

"Introducir un concepto totalmente nuevo de control empresarial".

"Personas que habían sacado provecho de empleos aburridos, que habían explotado el sistema sin tener que rendirse".

"¿Tú crees que serías más féliz?".

"El dinero siempre es un buen motivo".

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Larga vida al comunismo



(Contexto: Este artículo de opinión se publica el día en el que se conmemora el vigésimo aniversario del derrumbe del muro de Berlín y un día después de la celebración del XVIII Congreso del PCE, en el que fué elegido Secretario General el camarada José Luis Centella).

Hubo cosas que el muro de Berlín no mató cuando cayó con el mayor de los estrépitos hace ahora veinte años. Acabó, es cierto, con una manera abominable de entender el socialismo y dejó mal heridos a los intelectuales de izquierda, quienes, dos veces ciegos, corrieron a refugiarse entre las faldas de un capitalismo que les acogió como hijos pródigos a cambio de un simple epitafio: no hay alternativa. El muro aplastó entre sus escombros a quienes pensaban que el Partido nunca podía equivocarse porque era el intérprete de la historia. Pero, desde luego, lo que no pereció fue la historia misma, aunque algunos se empeñaran en que esa mano invisible y triunfante del mercado había escrito su final.

Con el muro no se hundió la rebeldía ni la idea misma de comunismo, entendido como la aspiración a una sociedad justa e igualitaria. Es ahí donde uno supone al PCE, que en el aniversario del derrumbe ha elegido a José Luis Centella nuevo secretario general. A los comunistas españoles podía aplicárseles la respuesta que el general Rojo dio a un diplomático extranjero en el preludio de la toma de Madrid por parte de las tropas fascistas. “¿Por qué no se rinden ya?”, le preguntó. “Porque no nos da la gana”.

La historia del socialismo no es exclusivamente la de los gulags soviéticos, sino la de una utopía que moldeó Europa. Su avance en Alemania está en el origen de leyes como la de pensiones de vejez e incapacidad, la de accidentes de trabajo o la del seguro de enfermedad, con las que se trató entonces de desactivar las ideas revolucionarias de un proletariado que había adquirido conciencia de clase. Fueron los antecedentes de un Estado del Bienestar que conforma las señas de identidad de lo europeo por encima de cualquier otra característica.

Antes de que la crisis destapara los vicios de la orgía capitalista, sólo nos quedaba imaginar que otro mundo tenía que ser posible. Después de comprobar los efectos que ocasiona la lógica del beneficio y la adoración acrítica al becerro de oro, cabe reclamar una alternativa, una búsqueda a la que la izquierda oficial, imbuida del pensamiento único, parece haber renunciado. Sólo por eso tendría el comunismo su razón de ser. Con su hoz y su martillo, Centella es imprescindible, aunque este año tampoco hagamos la revolución.

(Juan Carlos Escudier. Diario Público 10/11/2009.
http://blogs.publico.es/escudier/52/larga-vida-al-comunismo/).