El pasado viernes, el Gobierno aprobó la reforma del mercado laboral que ya venía anunciando desde que ganase las elecciones generales, sin contar con el consenso de los agentes sociales, tal y como había advertido en repetidas ocasiones: "habrá reforma laboral con o sin acuerdo".
Esta reforma laboral supone el enésimo giro de tuerca en la depauperización del mundo del trabajo.
Hay varias cuestiones que me sorprenden sobre esta reforma. Una de ellas es que los gobiernos de derechas procuraban el acuerdo o hacían suyo los resultados del Diálogo Social, con el fin de no parecer a ojos de la opinión pública tan de derechas como apuntaban sus medidas en materia de política económica.
Otra de esas cuestiones es el haber asumido, sin contraparte, las tesis de la patronal sobre el mercado de trabajo. Estas tesis se resumen fundamentalmente en el coste del despido y la falta de flexibilidad en la gestión del factor trabajo en el seno de la empresa en momentos de crisis.
Flexibilidad es el concepto, vago y amplio, sobre el que se escuda el mundo de la empresa para acometer las reformas, ya sean laborales o económicas, en un sentido amplio, para favorecer sus demandas e inclinar la balanza de lo social hacia su lado.
El mundo del trabajo, por su parte, vive sumido en una crisis grave, profunda y sostenida en el tiempo.
Esta crisis tiene varias dimensiones. Dos de ellas las aglutinan a todas: cuantitativa, la tasa de desempleo en nuestro país es de las más elevadas de las economías de nuestro entorno y cualitativa, las relaciones laborales están presididas por una enorme precariedad que tiene su correlato en varios factores, tales como los bajos salarios percibidos, la temporalidad en el empleo y las pésimas condiciones de trabajo que se traducen, finalmente, en unos índices de siniestralidad laboral que no se corresponden con las cifras de los países de Europa.
Pues bien, la reforma del mercado de trabajo aprobada por el Gobierno supone incidir aún más en esa crisis.
La creación de empleo no se va a obtener de la nueva legislación. El incremento del empleo es una función directa de la generación de actividad económica, del crecimiento económico. En la actual coyuntura en la que nos encontramos, que es el comienzo de un proceso de recesión económica, consecuencia de la política económica nacional y enmarcada en un contexto europeo de fuerte agresividad de la política económica de carácter neoliberal, el crecimiento económico queda supeditado a cumplir con el objetivo de déficit público, lo que obviamente no conlleva en ninguno de los plazos que nos planteemos al crecimiento económico, si no a cuadrar unas cuentas, un balance, al precio que sea.
En cuanto a la calidad del empleo hace tiempo que se ha dejado a un lado. Las medidas tomadas en este sentido han abundado en su precarización paulatina. La contratación en el seno de la empresa ha dejado de estar vinculada a la ocupación de un puesto de trabajo para pasar a estar vinculada al balance económico de la empresa.
Así, la flexibilidad en la empresa viene dada por el encadenamiento indefinido de contratos temporales para la ocupación de un mismo puesto de trabajo. La causalización en la contratación se extinguió en nuestro Derecho Laboral hace ya mucho tiempo.
En cuanto al salario percibido por el trabajador o trabajadora, la flexibilidad viene dada por una merma continua de su cantidad, aprovechando el efecto disciplinador de la gigantesca masa de desempleadas y desempleados de nuestra economía. Actualmente no cabe hablar de salarios mileuristas, si no de salarios de poco más de seiscientos euros mensuales, incluyendo la prorrata de las pagas extraordinarias. La balanza cae del lado de los beneficios empresariales.
Otro de los factores que conducen a la flexibilidad en la gestión del factor trabajo es el de la discrecionalidad por parte empresarial, incrementada reforma laboral tras reforma laboral y que conduce, finalmente, a la judicialización de las relaciones laborales.
El elevado número de desempleados es, efectivamente, un grave problema de nuestro país, pero no debe ser la coartada para favorecer los intereses empresariales en detrimento de los intereses de los trabajadores y trabajadoras, que somos la mayoría de la sociedad, con el objetivo de recomponer su tasa de beneficio a costa de los salarios.
Debemos interrogarnos sobre algunas cuestiones. ¿Qué modelo de crecimiento económico queremos? ¿Qué tipo de competitividad queremos para nuestra economía? ¿Qué tipo de empresarios y empresarias tenemos? ¿Nos vale cualquier tipo de empleo?
En la Rojosfera hablan también de la Reforma Laboral:
Angels Martínez Castells en Punts de vista.
Rafa García Almazán en Kabila.
Carmen Lacambra en Ciberculturalia.
Lidia Fernández en Viramundeando.
Álvaro Villar Calvo www.sotoencameros.net.
Juan Segovia Martínez en The Fuente Palmeras Times.
Javier Mesonero en Moscas en la sopa.
Carlos Plaza en Más se perdió en Praga.
Juan Gascón en El blog de JanGas.
Ventanas del Falcón.
Este es un blog muy personal. Lo que anotaba en un cuaderno o recortaba de la prensa, ahora lo pongo en Internet porque pesa menos que el cuaderno y ocupa menos espacio en casa. Así que decir que esto es un blog es, quizá, mucho decir. En cualquier caso, si caes por aquí, espero que no te asustes o que no te desagrade mucho. Salud. Por cierto, mis opiniones y comentarios sobre el Ayuntamiento de Las Rozas son absolutamente personales. No son las de mi Asamblea y Grupo Municipal. Que quede claro
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